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Salud

Una de cada 50.000 personas en el mundo padece angioedema hereditario, una enfermedad minoritaria y potencialmente mortal

El angioedema hereditario produce episodios recurrentes e impredecibles de hinchazón o edema grave en distintas partes del cuerpo
Con motivo del Día Mundial del Angioedema Hereditario que se celebra cada 16 de mayo, Otsuka reafirma su compromiso con las personas que padecen esta enfermedad genética rara, con su continuo trabajo para aportar soluciones terapéuticas innovadoras que cubran necesidades médicas no resueltas en esta patología. El angioedema hereditario (AEH) es una enfermedad genética minoritaria, con un patrón de herencia autosómico dominante, que se caracteriza por la aparición de ataques impredecibles de hinchazón o edema que pueden llegar a ser graves. Esta hinchazón afecta a áreas como la piel, el tracto gastrointestinal, la cara, las vías respiratorias superiores y la garganta, pudiendo llegar a ser mortal. En la mayoría de los casos, la enfermedad comienza en la primera y segunda década de la vida, con un claro empeoramiento en la pubertad, y su prevalencia mundial se estima en una de cada 50.000 personas. «Por otra parte, en España se calcula que entre 800 y 1.000 personas están diagnosticadas con esta patología. No obstante, el desconocimiento general sobre la enfermedad podría hacer que la cifra real de afectados sea mayor de lo que indican las estimaciones actuales», ha señalado el Dr. Ramón Lleonart, jefe de Servicio de Alergología del Hospital de Bellvitge de Barcelona y experto en angioedema hereditario.

Importancia del diagnóstico temprano del angioedema hereditario

La duración de los ataques de edema cutáneo suele ser de dos a cinco días y puede resultar incapacitante, mientras que los ataques de edema laríngeo suelen tener una manifestación más grave. Estos pueden presentarse espontáneamente o ser desencadenados por procedimientos diagnósticos o terapéuticos que supongan un traumatismo en la vía respiratoria superior como manipulaciones odontológicas, intubación o endoscopia. En los casos no diagnosticados o con diagnóstico incorrecto, el edema de la vía aérea superior puede causar la muerte por asfixia o provocar un daño cerebral irreversible Precisamente, la detección del angioedema hereditario es sumamente importante para el correcto abordaje de los pacientes. «Una característica clave del AEH es que el edema no se acompaña de urticaria ni prurito, lo que ayuda a diferenciarlo de otras formas de angioedema. Con frecuencia, se identifica un patrón familiar, dado su carácter hereditario», ha incidido el Dr. Lleonart. La detección del angioedema hereditario en las consultas clínicas se basa en la combinación de una evaluación clínica detallada y pruebas de laboratorio específicas. «Ante la sospecha clínica, se debe realizar una analítica para evaluar la actividad del inhibidor de C1 (C1-INH), lo que permite confirmar el diagnóstico en la mayoría de los casos. En situaciones particulares, puede ser necesario un estudio genético para ratificar la enfermedad o para identificar mutaciones específicas», señala el especialista. En el AEH, un defecto o déficit de este inhibidor C1-INH provoca una activación descontrolada, liberando la proteína bradiquinina, que es responsable de la hinchazón característica de la enfermedad.

Ataques ‘imprevisibles’ y limitación constante  

Una de las principales limitaciones que implica el angioedema hereditario para los pacientes es que supone un impacto profundo en su calidad de vida. Los síntomas, como el dolor abdominal y la hinchazón en las extremidades o en la cara, pueden ser muy intensos, dificultando que las personas realicen tareas físicas habituales. «Cuando el angioedema afecta la laringe o la faringe, existe un riesgo grave de asfixia, lo que provoca un temor constante y ansiedad por la posibilidad de sufrir una crisis respiratoria. Esto puede limitar la movilidad y actividades cotidianas», ha explicado el Dr. Lleonart. Además de las restricciones físicas, el angioedema hereditario también tiene un gran impacto en la salud mental. La naturaleza impredecible de la enfermedad, junto con los síntomas debilitantes, puede llevar a sentimientos de depresión, especialmente si no se recibe el apoyo adecuado. «La imprevisibilidad de los ataques y la preocupación constante por posibles ataques de asfixia pueden generar ansiedad crónica y afectar el bienestar emocional», ha remarcado el facultativo. Los ataques ocurren sin previo aviso y pueden afectar diferentes áreas de la vida cotidiana de las personas afectadas, como el trabajo, los estudios, el ejercicio y las relaciones sociales. Por ello, la incertidumbre sobre cuándo llegará el próximo ataque, su gravedad, localización o duración les genera mucha ansiedad y temor. Incluso, tal y como ha comentado el Dr. Ramón Lleonart, estos miedos pueden hacer que los pacientes eviten situaciones sociales, pudiendo derivar en aislamiento y problemas de autoestima. Estas limitaciones físicas y emocionales afectan significativamente la vida laboral y escolar de quienes viven con AEH. Además, al ser una enfermedad genética autosómica dominante, otro aspecto importante que preocupa a los pacientes, pero que a menudo se pasa por alto, es la inquietud por la transmisión hereditaria.

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