Rafael Chaljub Mejìa
Una vez más el nombre del popular pelotero David Ortiz suena implicado en un escándalo.
A las críticas y condenas que se le han hecho, él ha respondido enfadado, que su vida es suya, su dinero también y que tiene derecho a hacer con ellos lo que le dé la gana. Cierto, ese es su derecho y puede ejercerlo pero debe recordar que él también tiene deberes.
Su lugar prominente en el deporte y la mera condición de ciudadano también le imponen deberes. El primero de esos deberes es conocerse y gobernarse a sí mismo.
David Ortiz se convirtió en ídolo deportivo, ejemplo de superación y crecimiento profesional y modelo a imitar para muchos jóvenes del pueblo. Tiene el deber de elegir bien la ruta por la que camina porque muchos jóvenes, especialmente deportistas, están dispuestos a seguir las huellas de David Ortiz. Y esas huellas deben marcarse en el mejor terreno.
Ya vimos a Ortiz envuelto en un incidente en el cual estuvo a punto de perder su vida en plena juventud. El escenario en que pasó aquel hecho y la clase de personas que se mencionan involucradas en el mismo permiten deducir que no son los más adecuados a la reputación de una figura llamada a dar siempre el buen ejemplo.
Una vez oí decir a don Felipe Rojas Alou, que un jugador de las Grandes Ligas debe comportarse como un grandes ligas hasta cuando conduce un vehículo en nuestras calles.
David Ortiz, además de grandes ligas es todo un miembro del Salón de la Fama. Meta ganada en base a trabajo, consagración, talento y buena conducta. Es un ídolo en Boston y hasta una calle de esa ciudad lleva el nombre de ese compatriota nuestro.
Su compromiso es demasiado grande y es demasiado también todo lo que está arriesgando.
Como en cierto modo nos representa a todos, tengo el derecho de aconsejarle algo. Que haga un alto en el curso que le está dando a su vida y antes de verse involucrado en un nuevo escándalo, se pase balance a sí mismo. Se aconseje a sí mismo y decida su propio proceder en lo adelante.
Hasta mis hijos saben que soy enemigo de andar sermoniando a nadie, pero sería muy irresponsable de mi parte el ver a un exponente tan grande de la potencialidad del material dominicano tropezando y que no le aconseje que trate de levantar los pies. David Ortiz también tiene todo el derecho de leer esto y no hacerme caso. Ojalá que no sea así.