Nelson Encarnación
Los sectores con acceso a la exposición mediática tienden a aprovecharse de la falta de dominio que tiene el grueso de la población sobre determinados temas y logran sembrar matrices de opinión que con el tiempo se tornan difíciles de ser revertidas.
Con el fideicomiso de las termoeléctricas de Punta Catalina ha ocurrido justamente eso, pues no hay manera de hacerle ver al pueblo que ese mecanismo de gestión del bien público dista mucho de una privatización en la forma como le complace al neoliberalismo.
Aunque el presidente Luis Abinader fue enfático en su discurso la noche del domingo, reafirmando que el fideicomiso no es una privatización de las generadoras, algunas voces se levantan para insistir en lo contrario.
¿Con cuál lenguaje debe el presidente de la República explicar que el Estado no se va a despojar de ese costoso bien público para que le entiendan?
Para algunos no valdrá el empeño de la palabra presidencial para quedar satisfechos, ya que de por medio pueden existir otras razones para no entender; algunas hachas que afilar.
En nuestro país no hay tradición de privatizar, pura y simple, propiedades públicas.
Lo que más se acercaría a ese concepto fueron las capitalizaciones de empresas estatales llevadas a cabo a finales de la década de 1990. Pero tampoco fue eso.
Las empresas capitalizadas siguen siendo propiedad del Estado dominicano que al final de cada ejercicio fiscal percibe importantes dividendos. Sin embargo, desde el principio se instaló la aseveración de que las empresas estatales habían sido privatizadas—regaladas llegaron a afirmar algunos osados—afectando el patrimonio estatal de una forma vil.
En realidad, lo que era una vileza fue sacar esas conclusiones, puestas a circular de personas con suficiente conocimiento como para saber que estaban mintiendo a conciencia.
¿Estamos recorriendo ese mismo camino con el caso del fideicomiso de Punta Catalina? Me atrevo a afirmar que sí.
Ahora bien, ¿fue el Gobierno lo suficientemente diligente y convincente para desactivar la matriz de opinión instalada como una verdad, sobre la supuesta intención de privatizar a Punta Catalina?
En mi humilde entender no, por lo cual el presidente debió asumir personalmente el tema y abordarlo en su discurso, el que se percibe ha puesto el tema en el lugar que le correspondía.
Es decir, hasta el domingo que habló el jefe del Estado, un amplio segmento de la población estaba convencido de que las generadoras serían entregadas al sector privado en desmedro del interés colectivo.
Lo peor es que ese predicamento, basado en la posverdad, o en mentira pura y simple, procedía de algunos seriamente cuestionadas, precisamente producto de su accionar opaco en Punta Catalina.