A finales de enero de 2013, la prensa nacional e internacional recogía el ocaso del PRD. Estuvo a las puertas de volver al poder en mayo del año anterior, pero las agendas particulares pudieron más que la voluntad colectiva de sacar al PLD y darle un respiro al país y nuevas oportunidades a todos los dominicanos.
De aquel incidente de violencia e intolerancia, pesó en muchos de nosotros la sapiencia, convicción y compromiso de darle a la República Dominicana una alternativa de poder que representara sus ideales, sueños y anhelos de un mejor futuro.
En el marco de esos meses turbulentos, en mi calidad de secretario general del PRD, no solo fui despojado de mis funciones, también fui suspendido, un proceso que me ayudó a entender que era momento de decir adiós, para emprender nuevos retos y buscar espacios políticos partidarios que se asemejaran a lo que toda mi vida había procurado: consolidar un proyecto de nación y ganarnos la confianza de millones de compatriotas.
Todo comenzó en el 2014, cuando el PLD gobernaba con puño de hierro, dándose la maña de reformar la Constitución para permitir que Danilo Medina se quedara cuatro años más, el preludio de lo que marcaría su sello presidencial: intentar perpetuarse en el poder más allá de los propios límites establecidos en la carta sustantiva, desnudando con ello un sinnúmero de deficiencias institucionales que desembocaron en carencias en salud, educación, seguridad y empleo; encima arropados por cuotas altísimas de corrupción.
El PRM, en ese mar de dudas y desgaste del PLD, fue creciendo. En mi caso particular, hasta el 2017 como presidente en funciones y luego como delegado político ante la JCE. Aunque fuimos derrotados en las elecciones generales del 2016, la juventud de nuestro partido, la credibilidad de los dirigentes y la fuerza de nuestras ideas fue permeando en toda la sociedad dominicana, de la mano de grandes líderes, como el presidente Hipólito Mejía, y de Luis Abinader, hoy presidente de la República.
En marzo y julio del 2020, el PRM recibió la primera oportunidad de su joven historia de liderar los destinos del país. Han pasado 17 meses de aquel apasionante, único y trascendental proceso, en el que escuchamos con claridad la voz y voto de los dominicanos, conscientes de la necesidad de un cambio, pero urgidos por ver resultados y el retorno de la confianza depositada en nuestros hombros.